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Las dos sopas de Marcelo: Carlos Urdiales

Carlos Urdiales

Sobre la marcha

Para el orgullo de mi nepotismo…

 

 

Una vez más el populista, Andrés Manuel López Obrador chamaquea al estadista, Marcelo Ebrard Casaubón, instinto vs. teoría política, barro y barrio vs. pompa y mundo.

En la víspera de saber que decisión toma el excanciller y lo anuncia a México; impugna el proceso interno de Morena que dio por favorita absoluta, a Claudia Sheinbaum, se conforma con posiciones de consolación para él y su equipo, ayuno de poder o, rompe y pide a MC que lo postule para presidente.

AMLO resolvió, a priori, las -imagino muchas- interrogantes de Marcelo; no se hagan bolas -diría-, o se cuadra y apechuga de nueva cuenta a lo que es, o será, ante la grey lopezobradorista -que poca no es-, lapidado sin miramientos por oportunista, ambicioso y politiquero, sin merecer siquiera asumirse como un Político.

De carnal, a todo lo anterior. Así el destino de quien se decía factor interno de poder, del cercano que hasta bancada tenía dentro de Morena para impedir que el presupuesto federal, que ayer se aprobó a medida y gusto del jefe del Ejecutivo, transitara.

Si Ebrard asume que Sheinbaum es lo mejor para la 4T será acariciado con palabras y resguardado con afecto ante la justicia, sus recovecos y la maña política de ocasión. Si no lo hace, entonces él y MC conocen ya la tonadita, que desde Palacio Nacional, les van a tocar una mañanera sí y otra también.

Ante el misterio del excanciller, la nitidez del que manda, mandó y mandará. El conquistador derrotando otra vez al conspicuo estratega, ya no importa lo que anuncie.

Mientras tanto en Monterrey, Samuelón el de Nuevo León hace maletas para ir a la batalla interna naranja, con o sin Marcelo de por medio.

Necias las encuestas, insisten una y otra en revelarnos; el peso electoral atribuido a Ebrard sucede si y sólo si va por Morena. Fuera, vale igual o menos que Samuel García.

Y fue Zaldivar, no Lorenzo Córdova

Sorpresivo, pero no sorprendente resultó el desenmascaramiento del ministro Arturo Zaldívar renunciando a la Suprema Corte, que presidió menos de lo que López Obrador quería, para sumarse a la campaña de Claudia Sheinbaum como uno más.

Cuesta encontrar lógica a la dimisión, si desde su despacho como juez del tribunal constitucional era asesor, de facto, para la 4T que ahora, defenderá sin disimulo -si acaso lo tuvo-.

Complicado hallar el aporte de su arribo a un equipo que lucha por hacer valer el bastón de mando de la jefa. Subjetiva popularidad que lleva a la campaña puntera, la certeza de viejas sospechas, el proceder político del rector legal de la República.

Al presidente le encantaba adelantar que Lorenzo Córdova dejaría las riendas del INE para abanderar al PRIAN en el 2024. No fue Lorenzo, fue Arturo.

 

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José Cárdenas

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