Arropado por 30 millones de votos, el presidente López Obrador festeja en la plaza pública -su hábitat natural- el primer aniversario de su triunfo arrasador, su enorme bono democrático y una gran popularidad. Es algo inusual.
En todo este tiempo, la manera de imponer agenda, desde el púlpito mañanero, no tiene precedente.
A un año de la victoria electoral, el presidente incansable tiene un enorme empuje y obstinación retórica por poner a los pobres en el centro de las políticas sociales régimen y por hacer de México un país libre de corrupción, aunque ningún “pez gordo” haya sido castigado aún.
Pero la fecha también acarrea cuestionamientos y presiones.
Los indicadores de una economía decreciente que contiene el gasto público y la inversión en infraestructura, debido a una austeridad excesiva y obsesiva, menosprecia el impacto en el empleo, y por consecuencia el bienestar.
La inseguridad creciente es preocupante, sobre todo cuando pretende frenarse con una fuerza militarizada dizque bajo un halo de civilismo.
Las relaciones con Estados Unidos se han tensado a un grado peligroso, como consecuencia de una descuidada política migratoria al inicio de esta administración.
La 4T es duramente cuestionada por quienes, al haber perdido privilegios, advierten el peligro del populismo autoritario de López Obrador y las decisiones improvisadas de su gobierno.
Para el “mandamás”, buena parte de la administración pública, el empresariado y la mayoría de los medios de comunicación están infectados por el virus del neoliberalismo y deben ser combatidos.
En afán de dinamitar órganos autónomos, como la CNDH, las instituciones y la legalidad pasan a un plano secundario.
El presidente todo lo resuelve con dudosas consultas y mandatos a mano alzada. No da señales de admitir errores y menos parece dispuesto a corregir el rumbo, al contrario, todo lo justifica a partir del voto de castigo a sus antecesores por su herencia nefasta; el pasado los condena.
Desde hace un año, el presidente, primero electo, y desde hace siete meses constitucional, polariza, divide, sataniza y amenaza a quienes se atreven a pensar distinto y criticarlo.
¿Será que López Obrador cree que la igualdad se logra haciendo que todos seamos iguales?
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Todos iguales, a los pobres los va dejar pobres y a los ricos los va a convertir en pobres, con sus ideas torcidas y perversas.
Que vergüenza, tanto acarreado y no pasaaa nada, por más que bajan el audio se oían las mentadas de madre
Realmente el Presidente se abanderó en la careta de buenas intenciones, pero sobre todo en el populismo, marcado por su imperiosa necesidad (¿necedad?) de ser alabado casi a nivel místico, sin importar si realmente sus acciones y decisiones, muchas veces basadas en capricho y no razón, realmente ayudan a México o no. Es muy fácil abanderar en el argumento de la corrupción algunas decisiones, pero sin que realmente se observen acciones tangibles hacia quienes supuestamente realizaron actos corruptos. Prefiere descalificar instituciones y procesos metodológicos que fundamentan situaciones reales para insistir que sus decisiones son democráticas a través de "consultas" populistas "a mano alzada" que en definitiva son tendenciosas, considerando que sus "participantes" ven su persona estigmatizada por un halo aparente de santidad y por tanto levantan la mano de forma automática y sin opción oposicionista razonada.