Mario Ávila
La voz de los estados
Imposible festejar el desabasto de combustible, sin embargo, comparto lo positivo que seguramente habrá visto en la Ciudad de México.
A pesar de que los ciudadanos fuimos abandonados a nuestra suerte, la capacidad para organizarnos como sociedad fue impresionante. Una especie de solidaridad forzada, arrinconados por los hechos.
Las gasolineras, dejadas al garete por el gobierno, tuvieron iniciativas como pintar un número en el parabrisas de los automóviles para dar orden a las filas.
En otros casos, los conductores crearon carriles confinados para formarse.
Claro que se dieron algunos brotes violentos y hasta bloqueos, pero si consideramos que el parque vehicular supera los tres millones de unidades y el tamaño de la ciudad, podríamos decir que se dio una especie de resiliencia, la capacidad del ser humano a sobreponerse a situaciones adversas.
De nueva cuenta la sociedad, sin distingos partidistas, dio una lección a la autoridad.