A finales de julio de 1998, murió en la ciudad de Soroca, Mircea Cerari, quien fuera llamado “rey de los zíngaros” o gitanos de Moldavia que fue una de la repúblicas independizadas de la vieja URSS. La última disposición de Cerari, que fue cumplida al pie de la letra decía: “quiero ser sepultado con un fax, un teléfono celular, una computadora y un módem para que mi espíritu se siga comunicando con ustedes”.
Esta anécdota pinta de manera singular el signo de los tiempos actuales. El comunicólogo canadiense Marshall McLuhan profetizó a mediados del siglo pasado que el mundo sería una simple “aldea global” debido principalmente a los medios de comunicación que crecerían y que siguen creciendo de manera inconmensurable.
Esopo narra en una de sus fábulas que un gran señor le pidió a su cocinero que le preparara el mejor platillo del mundo. Al punto lo obtuvo: un guisado de lenguas. El amo preguntó el porqué de ese platillo, y la respuesta fue: “porque con la lengua se adora a los dioses, se honra a la patria, se conduce al pueblo a la victoria y a la prosperidad, se exaltan las más grandes virtudes, se defiende al débil, se enseña al que no sabe y se difunde la verdad”. El dueño aceptó que su cocinero tenía la razón. Y entonces le dijo: “mañana me prepararás el peor platillo del mundo”. Y al día siguiente tuvo otra vez un guisado de lenguas. “¿Por qué?” preguntó otra vez. Y la respuesta fue: “porque con la lengua se blasfema de los dioses y se induce a la idolatría, se traiciona a la patria, se conduce al pueblo a la derrota y a la miseria, se exaltan los más grandes vicios, se adula al poderoso, se engaña al que no sabe y se difunde la mentira”. La moraleja es sencilla: las lenguas, que son los medios, pueden usarse en un sentido o en otro, son instrumentos que actuarán en beneficio del hombre y de la sociedad, o en su contra.
Por siglos Maquiavelo ha sido criticado por su frase: “el fin justifica los medios”. Hoy en día nuestra sociedad que está súper informada podría decir con locura: “los medios justifican el fin”, que equivaldría a establecer una supremacía o dominio absoluto de los comunicadores sobre el rumbo de la sociedad.
México vive un auge de libertad de expresión y del pluralismo como consecuencia de la mayor competitividad democrática. La libertad de expresión tiene que preservarse a toda costa pero ejercerse de una manera más responsable, y no endilgándole a la sociedad mensajes de los provechos y beneficios que ciertos gobernantes generan para sus gobernados.
Tenía razón el gitano de Moldavia. Al ser humano multidimensional de la actualidad le impactan tanto y durante tanto tiempo de su vida los medios de comunicación que se antoja invitarlos como compañeros de viaje al más allá para seguir en contacto con este mundo, siempre y cuando se respete la libertad de expresión e ideas.
México no irá a ninguna parte ni crecerá mientras las audiencias pasivas continúen recibiendo el mensaje y el masaje cerebral de los que hablaba McLuhan, y que hoy fortalecen a unos cuantos y ocultan arbitrariedades y latrocinios.
En otras palabras, estamos consumiendo el peor platillo del mundo.
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