La presencia del odioso, antipático y nada grato candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos irritó a México porque se aprovechó de la visita para hacer campaña, proyectar su imagen, y restregarnos –otra vez– que cancelará el Tratado de Libre Comercio y construirá un muro en la frontera para frenar el tráfico de drogas, armas y personas. Trump habló desde aquí para los suyos de allá.
¿Le convino venir a “chamaquearnos”… y dejar mal parado al Presidente de la República?
Parecería que al invitar a Trump, nuestro Presidente apostó contra la casa; que tomó una decisión impopular…
Sin embargo, Peña Nieto dejó clara la intención del gobierno de defender los intereses nacionales, privilegiar una visión de futuro constructivo con nuestro poderoso vecino y primer socio estratégico, y vacunar al país para evitar que la eventual llegada de Trump a la Casa Blanca se convierta en un peligro para México.
El miedo nace de lo que se conoce…
Dirán los adversarios del régimen que una cosa es buscar un diálogo civilizado a pesar de los desacuerdos, y otra distinta invitar a casa a quien no lo merece por agraviar, insultar y escupir a los mexicanos; recibir a Trump en Los Pinos se lee como pésima idea, a menos que tomemos en cuenta algo nada menor: ese candidato del copete ridículo podría llegar a ser Presidente de los Estados Unidos.
La presencia de Trump hizo hervir las redes sociales, voraces y carnívoras; hubo algunas protestas leves en el Ángel de la Independencia, el Hemiciclo a Juárez y fuertes en la Asamblea Legislativa, donde declararon a Trump persona non grata; sobraron descalificativos de adversarios políticos como la lideresa perredista, Alejandra Barrales, quien reclamó a Peña haber cometido el error de dar oxígeno al candidato republicano. Otros alegan que al recibir a Trump, el Presidente legitimó el discurso de odio y olvidó toda la mierda que ese señor ha lanzado contra nuestro país y su gente; ¿que “golpear a México no tiene costo”, como reclama el ex embajador en Washington, Arturo Sarukhán?
¿Quién debió pedir perdón, Trump por agredirnos o Peña por invitarlo?
¿De veras valió la pena correr el riesgo?
A pesar del enojo, cuente hasta diez y respire profundo; considere que el Presidente Peña cumplió una obligación política: velar por los mexicanos que viven dentro y fuera del país y mostrar que el entendimiento con quien piensa distinto debe estar más allá de fobias y mal humor social exacerbado; que los intereses de México y los mexicanos merecen respeto y no pueden quedar supeditados a pasiones, menos cuando un demonio anda suelto… y apesta a azufre.
EL MONJE INGENIERO: ¿Me ayuda usted a construir un muro de nopal, por si se ofrece?
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