Las cuentas por pagar castigan a las finanzas nacionales justo en el momento de mayor apremio.
El presupuesto base cero anunciado hace meses por la Secretaría de Hacienda quedará en una buena intención, pero no más. El margen de maniobra para optimizar, redirigir y hacer eficientes los recursos del estado es mínimo; hay poco por hacer con el 80 por ciento de los ingresos federales comprometidos y etiquetados de antemano por ley.
El sacrificio en infraestructura es superior al 20 por ciento; el pasivo de las pensiones subirá nueve puntos porcentuales con respecto al anterior presupuesto de gastos. Las jubilaciones representan el 85 por ciento del gasto de inversión y solo cubren a quienes laboraron al servicio del Estado.
Hoy, Hacienda plantea darle “dulces” a los agraviados por la reforma fiscal; propone la deducibilidad de gastos de inversión para pequeñas y medianas empresas, la reinversión de utilidades y el retiro de topes deducibles al ahorro, sin embargo, con las tazas por los suelos, pretender grandes beneficios siendo una apuesta perdedora.
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