Sólo la investigación puntual de la PGJDF podrá determinar por qué ocurrió el múltiple asesinato de la Narvarte.
Sin embargo, Miguel Ángel Mancera y Rodolfo Ríos Garza están metidos en un callejón; el pavoroso caso tiene espinas.
La Procuraduría capitalina investiga cualquier indicio, incluida la línea que apunta al Palacio de Gobierno de Xalapa; no puede ceder ante las voces que demandan –aún sin pruebas– el linchamiento del mandatario veracruzano.
Hasta el momento nada liga a la administración de Javier Duarte ni al mandatario quien nos dijo: “total y categóricamente, no tengo absolutamente nada que ver en este lamentable suceso (…) esto pasó en el DF, no en Veracruz”. Deslinde cierto y también oportunista, al cual –por ahora– es difícil llevarle la contra.
La única salida es una indagatoria sin miramientos ni prejuicios, con estricto apego jurídico como presumen el doctor Mancera y su Procurador. Apegarse sólo a la verdad descubierta, a la verdad verdadera, aún a riesgo de ir en contra de lo que ante los ojos de muchos –cual sea el resultado– será la verdad sospechosa.
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